Ahora que ya ha pasado toda la resaca del E3 me da por pensar en aquellos videojuegos y sagas que han caído o siguen en el cajón de los olvidados. Antes de que diera comienzo la famosa feria de Los Ángeles me dio por volver a jugar The Order: 1886, porque a día de hoy sigo padeciendo una especie de trauma con este juego y aún mantengo la esperanza de llegar a ver una segunda parte que consiga enmendar la historia de uno de los títulos más trágicos y desaprovechados que ha parido la industria en los últimos años.
El thriller de acción creado por Ready At Dawn tenía suficiente potencial para haberse convertido en el gran sustituto de la serie Gears of War, todo un honor y claramente el siguiente escalafón evolutivo en el género third person shooter dentro de una generación que poco a poco comienza a vislumbrar su etapa final.
Todavía recuerdo el día que lo adquirí. Ese mismo fin de semana conseguí pasarme el juego dos veces. Obviamente esa acción denotaba uno de los principales problemas del juego, su duración y un grado de dificultad que incluso en el nivel más alto parecía que estuvieras jugando en fácil.
Sus creadores expresaron en alguna ocasión su admiración por Gears of War, claramente el gérmen que dio forma a los Caballeros londinenses. Y aunque la mecánica de la acción más pura es parecida (y menos profunda) a la de la obra de Epic Games, tenían entre manos una buena y original historia con la que llegar al jugador. No solo eso. Además, sus protagonistas lograban tener cierto carisma, la visión alternativa de Londres con personajes históricos en la trama resultaba interesante, apoyado todo sobre una jugabilidad que buscaba aunar diferentes estilos en su dirección (acción, quick time events y mucha cinemática intercalada entre medias, demasiada…)
La idea era buena y si hubieran sabido medir cada uno de esos tres elementos en su justa medida podría haber salido bien, posiblemente habrían logrado esa experiencia equilibrada entre cine y videojuego. En este punto también deberían haber tomado buena nota de otro grande, su vecino Uncharted, un juego con el que si The Order: 1886 hubiera estado a la altura, habríamos asistido a un singular combate entre titanes, porque a nivel técnico las últimas entregas de la serie de Naughty Dog son tremendas pero el juego de Ready At Dawn a día de hoy continua siendo siendo una verdadera bestia gráfica, de lo mejor que he visto durante esta generación en cuanto a gráficos y nivel de detalle. Sin olvidar una atmósfera bien trabajada, una banda sonora de una gran calidad y unos efectos muy buenos.
Sin embargo la historia de los Caballeros fue otra, a veces pienso que fue una especie de broma de mal gusto, algo casi inexplicable, un juego a medio terminar, una demostración de lo que podía llegar a mover una PS4 y que de forma constante dejaba al jugador con la miel en los labios. Unos tiroteos bien resueltos pero superficiales dentro de unos escenarios encajonados en exceso, con un control suave y preciso en los que un cruel sistema de medición parecía contar las balas disparadas por nosotros para inmediatamente después interrumpir con una cinemática y así constantemente durante 6 horas, hasta que termina el juego.
Con lo fácil que hubiera sido brindar el que posiblemente hubiera sido uno de los mejores juegos de acción de los últimos años. Tenían la historia, los medios técnicos y la fórmula de éxito prestada para conseguirlo. Solamente tenían que haber demostrado esa admiración que decían sentir por Gears of War jugándolo de nuevo, bastarían nada más que cinco minutos de partida (sin mencionar el problema de la duración) para comparar entre ambos juegos y darse cuenta de todo lo que estaban haciendo mal.