Hablar de la serie Super Mario es hablar de una de las franquicias más famosas de la historia del videojuego. El célebre fontanero de Nintendo, además de ser el personaje por excelencia de la veterana compañía de Kioto, es todo un icono de la cultura popular, su mera imagen es pura representación o adjetivo de la palabra videojuego y de toda la monstruosa industria que hay detrás.

Siempre que se habla de esta franquicia de plataformas a menudo salen a relucir como favoritas las mismas entregas de siempre: Super Mario Bros. 3, Super Mario World, Mario 64, Super Mario Odyssey… Estas breves líneas que hoy comparto con vosotros he querido dedicárselas a Super Mario Land, uno de los juegos que junto a Tetris y la portátil Game Boy eran sinónimo de jornadas enteras de adicción portátil, una especie de santa trinidad que a su poseedor otorgaba el poder de la diversión infinita y la capacidad para generar amigos en todas partes.

Su jugabilidad no difiere demasiado respecto a otras aventuras de Mario pero posee pequeños matices que le conceden cierta personalidad. Incluso en la imagen de la portada del pequeño cartucho gris ya podemos observar al fontanero con un gesto diferente, más intenso y como de enfado, en contraste con el rostro eternamente sonriente que habitualmente muestra en todos sus juegos e imágenes promocionales.

Super Mario Land tiene detalles curiosos, empezando por la princesa a la que rescatamos en esta ocasión, Daisy y no Peach, de las garras de un malvado extraterrestre llamado Tatanga. La característica más representativa de esta aventura son las cuatro regiones que completan el pacífico reino que atravesamos, basadas en Egipto, China, las Islas de las Bermudas y la Isla de Pascua.

Además de la estupenda ambientación y sus respectivos jefes, otro elemento interesante son sus niveles de disparo a bordo de un submarino y una avioneta. También posee otras particularidades como la superball, que sustituye a la bola de fuego y nos permite rebotar dicha bola por el escenario en nuestro favor, pudiendo alcanzar con ella enemigos y también monedas.

Además de las anteriormente citadas, encontramos otras características únicas como las dos salidas alternativas al final de cada nivel, siempre que consigamos salir por la superior accedemos a una sala de bonus. La mítica melodía que se activa al recoger la estrella de la invencibilidad también es diferente y al aplastar a un Koopa no queda su caparazón, sino una bomba que explota rápidamente.

Super Mario Land continua siendo una de las entregas más vendidas y su tercera parte dio lugar a otra sub-serie protagonizada por Wario, el antagonista de Mario. Como amante de los videojuegos y coleccionista puedo afirmar que existen ciertos títulos que preservamos y jugamos con un cariño especial, por su capacidad para despertar recuerdos evocando tiempos pasados. En mi caso este juego es un gran ejemplo de ello, una entrega con identidad propia, muy representativa de una época y unos años inolvidables donde toda la magia del videojuego podía experimentarse en cualquier callejón o parque, con tan solo 8 bits y una pantalla de color verde.