Cuando los recreativos gobernaban el mundo
Todavía soy capaz de recordar cada uno de los salones recreativos que a menudo frecuentaba. Aún puedo escuchar su bullicio, el omnipresente sonido de las máquinas y de los botones aporreándose sin cesar. Mientras, al fondo, las bolas de los futbolines y los billares golpean furiosas contra sus límites, como si reclamaran parte de su protagonismo, ya arcaico, frente a lo que sería el entretenimiento del futuro: el videojuego.
Aún puedo sentir el calor y el resplandor de las pantallas, sus sonidos y melodías tintineantes instando a que te acercaras. El humo de tabaco acumulándose sobre los fluorescentes, las luces parpadeando sin cesar y el diseño de algunos muebles donde jugabas, que parecían tele-transportarte a otro lugar más propio de la ciencia ficción que de la realidad. Un espacio donde el tiempo parecía detenerse mientras que tu paga iba evaporándose del bolsillo por arte de magia.
Si me concentro un poco y cierro los ojos, aún recuerdo esos locales, la fachada y sus nombres. «Las Vegas «, «Piccadilly «, «Los Pinos «, «Solpark «… algunos llamativos y con cierto glamour, otros cutres y sucios, a menudo los más auténticos. Todos compartían ese momento único, ese instante casi mágico en el que rascabas tu bolsillo para encontrar una última moneda mientras te aproximabas a una de estas máquinas. Con cierto nerviosismo y emoción, te inclinabas y dejabas caer tus últimos veinte duros por la ranura al mismo tiempo que agarrabas el joystick con la otra mano.
Tetris, Pang, Defender, Snow Bros, Out Run, After Burner, Willow, Sunset Riders, Toki, Street Fighter, Mortal Kombat, Cadillac & Dinosaurs, Daytona Usa, World Rally Championship, Punisher, Metal Slug, 1942, Final Fight, Captain Commando, GI-JOE, Ghouls’n Ghosts, The House of the Dead, Time Crisis, Radikal Bikers, Silent Scope, Crazy Taxi… son solamente algunos de los nombres que más rápido vienen a mi cabeza, estos y otros muchos que poco a poco fueron moldeando mi perfil recreativo, devoradores de mis monedas.
Momento especial para un jugador donde los haya, esta experiencia fugaz como el rayo, un instante de total desconexión, euforia y emoción, plasmar tu puntuación y siglas en los rankings era el toque competitivo, la manera de decir «hasta aquí he llegado, supérame» pero también la forma de dejar tu marca en lugares y bares donde posiblemente no volverías nunca. A menudo toda una exhibición de habilidad ante un pequeño público que arremolinado en tu espalda aguardaba expectante su turno.
Echo de menos los recreativos, prácticamente extintos ya, lugar donde probar y descubrir lo último en videojuegos, punto de encuentro de amigos, golfos y otros vicios también. Cuando entrabas abriéndote paso entre la gente podías sentirlo, me encantaba esa sensación, percibir todos los reclamos audiovisuales de tu alrededor hasta que dabas con la recreativa que buscabas y te fundías en el ambiente oscuro y parpadeante de la sala. Qué momento… es como si aún estuviera allí. Si me concentro un poco y cierro los ojos.
Imágenes artículo: Deus Ex Machina, Orgullo Gamer y Zona Zhero
Qué gran artículo.
Casualmente, lo primero que escribí en mi vida en plan serio sobre videojuegos tocaba este asunto.
Y es que yo he vivido en varios recreativos jejejeje (los del Parque, Swing y Las Vegas. Por ese orden). Y frecuentaba los findes los más punteros: Sol, Picadilly y Parquesur. Pero es que ibas a la casa de cualquier familiar o amigo y siempre acababas en los recres más cercanos, como los Laufer de Leganés.
Muchas horas de vicio. Y no solo con videojuegos!!!
jajajajajaja
Lo que daría por poder jugar a esos juegos con tanto entusiasmo como por aquel entonces
Yo tuve la gran suerte de parar mi juventud en salas recreativas. Horas y horas del tetris me pegué allí. Míticos juegos, si señor. Ahora, en la actualidad la gran mayoría suelen ser de adaptaciones de series de anime y manga. Cuestión de modas, pero lo antiguo me trae una gran nostalgia.