Dicen que madre no hay más que una, pero padre también solo hay uno
Si eres un jugador curtido te habrás dado cuenta de que poseemos una característica especial cuando se trata de echar la mirada hacia atrás en el tiempo. Al recordar una etapa o instante de tu vida automáticamente en muchas ocasiones viene a la mente la videoconsola que tenías en ese momento, es algo curioso que también funciona a la inversa.
Corría el año 1999. Si haces un poco de memoria, sabrás que ese año fue especial entre otras cosas por la llegada de Dreamcast a nuestro país. Me costó un poco convencer a mis padres para que me la compraran pero finalmente la nueva consola de Sega fue mi regalo de cumpleaños.
Posiblemente sería la emoción ante la llegada de una nueva consola y unos 16 años que eran pura dinamita, el caso es que unos días antes del lanzamiento, haciendo el cafre con unos amigos, me rompí un tobillo. Por un lado y mirando el aspecto positivo de aquello, era genial porque me acababa de asegurar unas «vacaciones» escayolado y sin salir de casa para ir al colegio, pero por otro la ilusión de ir a recoger (sonaba y aún suena brutal) la primera consola de 128 bits el día de su lanzamiento parecía complicarse.
Por fin llegó el momento, un día especial no solamente por el hecho de que allí estaba yo, con muletas, esperando en una larga cola junto a un amigo, que también venía a recoger su Dreamcast. Aquel día no paró de llover mientras esperábamos y unas amables azafatas embutidas en un traje ajustado con el símbolo de la nueva consola, la famosa espiral, repartieron algunos bollos y vasos de chocolate para amenizar la espera bajo la lluvia. Ese día nos acompañó mi padre, que nos había llevado en coche para facilitarnos el transporte a la vuelta, dado que mi movilidad en muletas no era la más apropiada para esperar en una larga cola y después cargar con la consola de vuelta a casa.
La espera mereció la pena, una frase cuyo significado me han hecho conocer los videojuegos en muchas ocasiones. Después de una larga y pasada por agua espera por fin nos entregaron la consola a las tantas de la noche. Al salir de la tienda, mi padre me dijo que iba a buscar el coche, mientras, mi amigo, cargado con las dos consolas y yo en muletas, avanzábamos por la calle hacia el punto donde habíamos quedado con mi padre.
En ese momento no caí en ello, pero dos chavales, uno de ellos en muletas y otro portando dos enormes bolsas con el logo de la última consola lanzada al mercado resultaban presa fácil para cualquier indeseable amigo de lo ajeno, más a esas horas en pleno centro y por calles aledañas a la Gran Vía madrileña. Y efectivamente así fue. De pronto y sin darnos cuenta nos sorprendieron tres individuos, jóvenes pero mayores que nosotros, con la clásica gorra picada hacia abajo para ocultar el rostro y ofrecer ese aspecto de «malote» de barrio.
Todavía recuerdo la frase con la que nos abordaron: «Esa es la nueva consola… ¿¿nos dejáis verla?? » La verdad es que ni a mi amigo ni a mi nos dio tiempo a pensar en nada, ni siquiera en el hecho de que muy posiblemente nos pretendían robar nuestras consolas a estrenar, porque a la respuesta de tan infame pregunta otra voz se alzó contestando por nosotros con la siguiente réplica: «Si queréis ver la consola, podéis pasar a la tienda donde la hemos comprado que tienen una expuesta »
Mi padre apareció por detrás de nosotros en el momento oportuno, como hace el súperhéroe de turno en todas las películas, solo que aquello no era otro tópico del cine de acción, era el mundo real. Su contundente sentencia ante la malintencionada solicitud de aquellos maleantes fue más que suficiente para que se esfumaran de allí como alma que lleva el diablo. Es curioso, en ese momento no valoré en demasía lo que acababa de hacer mi padre, supongo que al ser más joven no le das tanta importancia ni piensas tanto las cosas. Sin embargo con el paso de los años es un recuerdo que guardo con cariño, pues mi padre nos salvó y pude estrenar mi querida Dreamcast, la cual aún conservo en plena forma. Cada vez que juego con ella me viene a la mente aquel día.
Gracias Papá, por todo.
Amigo mío, tu padre, un HEROE.
«Firmado: un amante de la DC»
Me ha gustado el relato, m ha llegado a tocar la fibra sensible de hecho. Felicidades a todos los papas!!! sin ellos tampoco estaríamos aquí
Hola muy buenas tardes!
Que buen post. Si que me llegó, me hizo recordar viejos tiempos con mi amigos, esas tardes que se convertían rápidamente en noches y luego en madrugadas jugando y jugando….! Si no hubiera sido por esas épocas, no estuviera todavía jugando y disfrutando de estás consolas.
Mil gracias. Compartiré este artículo con mis amigos!
Gran relato y mejor consola!! Yo también guardo mi dreamcast (mi cajita de suelos) con gran cariño.