Hay videojuegos que nacen para dejarnos una huella. Su experiencia perdura, nos marca y componen aquellas tablas por las que nos guiamos en esta forma de entretenimiento. Finalmente terminan definiendo el tipo de jugador que somos. Un grupo de “elegidos” que uno a uno van completando nuestra cadena ADN de jugador.
Sabrás identificarlos entre todo el catálogo que has experimentado durante tu carrera cuando al recordar, instintivamente, piensas para tus adentros: “qué jodidamente bueno era este juego, me echaba una partida ahora mismo”. Otro indicador que no falla a la hora de alzarlos entre el resto es recordar cuáles han sido aquellos títulos que has completado en varias ocasiones por el grado de adicción y obsesión que son capaces de generar, o simplemente por el mero hecho de disfrutar de su historia, sus personajes, de cada uno de sus niveles y secuencias. A veces no tienen que ser necesariamente obras maestras, sino simplemente ser diferentes al resto por una cualidad especial que los hace únicos. Todas esas horas echadas tienen un motivo, un por qué.
Bienvenidos a un nuevo tipo de reportaje, otra categoría donde recordar esos videojuegos que amamos de una forma especial, aquellos que siempre tenemos presente cada vez que pulsamos el botón power de nuestra consola. Bienvenidos a: I LOVE