Siempre se ha tenido la impresión de que es la peor cosa que una persona podía hacer para evadirse de las situaciones complicadas. Especialmente cuando eres niño y todavía estás creciendo. Nos han dicho desde temprana edad que no era más que puro escapismo, una forma temporal de dejar atrás el mundo y enterrar nuestra cabeza en la arena.
Atribuían un tema de moral y pánico sobre los efectos que podían tener en la juventud y era fácil para la gente sentirse asustados por ello, especialmente porque muchos padres no juegan a videojuegos. Había la pregunta constante si la gente tendría necesidad de volver al mundo real una vez introducida su mente en el juego. En ese aislamiento dejarías de lado las responsabilidades haciendo los problemas mucho peores. Un bucle constante.
El problema radicaba en el desconocimiento de la materia. Al creer que los videojuegos provocaban que ocurriese ese efecto independientemente del tipo de persona. No saber separar las dos cosas y conocer que sus caminos no tienen porque ir de la mano. Además las personas tienen diferentes inquietudes en los juegos según sus distintas etapas de la vida. Para muchos jugadores es algo que necesitan, que les ayuda a estar bien. No se trata de pasar de todo, sino de por unos momentos ser felices haciendo algo que les reconforta.
Hemos perdido la impresión de cómo los videojuegos pueden provocar un alivio temporal del estrés y las complicaciones cotidianas. No hay ningún problema cuando vamos a ver una película que ha costado cientos de millones y que nos permite apagar el cerebro durante 2 horas. Este tipo de eventos te hace perderte en la historia, sentirte una más y realizar una inmersión muy potente. Lo mismo que ocurre a la hora de pasar un buen rato con una videoconsola. Las similitudes son evidentes en cambio sólo uno de los sectores se lleva las críticas negativas.
Nadie tiene miedo de caer en una adicción. La gente juega para divertirse. Como en otro tipo de actividades en la vida los excesos no son buenos, pero no es algo propio de este entretenimiento. ¿Qué hay de malo en pasar un par de horas con la videoconsola para no pensar en lo que nos oprime? Hay personas que prefieren ir a correr. No importa el cómo, la clave es evadirse por un tiempo. Ser un héroe que puede resolver esos problemas, aunque sea delante de la pantalla.
En cuanto se apaga el dispositivo se tiene consciencia de las limitaciones de este entretenimiento. Puede ser una vía de escape pero al momento cada problema que te afecta vuelve a tu cabeza y la preocupación se apodera de los pensamientos. El mundo real está ahí junto a sus consecuencias. No se puede escapar de eso, de hecho hay que afrontarlo. Plantarle cara de la mejor forma posible, pero todo el mundo necesita sus momentos de tomar un respiro.
Si disfrutar de los videojuegos ayuda a sentirse mejor por unas horas. ¿Por qué no?
Artículo realizado por Alejandro García de Geekpunto.com
Buen analisis. Creo que el problema puede llegar a estar en niños.