Bienvenidos a una nueva entrega de «Gamer Room». Un segundo especial dedicado a esos rincones de la casa que los jugadores poco a poco vamos convirtiendo en nuestro territorio, un espacio que en muchas ocasiones vamos colocando, modificando y mejorando hasta tal punto de convertirlo en una auténtica estación de juego envidiable para cualquier otro aficionado a los videojuegos.

Este segundo reportaje recoge un ejemplo más de todo esto, la zona de una casa conquistada completamente en nombre de la diversión y el entretenimiento, con el objetivo de crear un ambiente agradable, único y personal, muy propicio para esas largas sesiones de juego que nos ayudan a disfrutar y desconectar después de un largo día.

En el reportaje anterior vimos una auténtica Gamer Room de coleccionista puro y duro, la habitación de nuestro amigo Eric recogía el encanto único y romántico del material retro, un lugar que perfectamente podría hacer las veces de un pequeño museo del videojuego.

La habitación que os mostramos hoy es diferente, es el puesto de juego de alguien que disfruta con el PC, con la tecnología y que además entiende mucho de estas dos cosas, siempre trasteando con mil y un cachibaches para conseguir una experiencia de juego cada vez más óptima. ¿Resultado de todo esto? pues no os voy a aburrir con datos técnicos y cifras, pero para que os hagáis una idea, sentarte un momento en el sillón de nuestro amigo Al es como sentarte a los mandos de un destructor imperial de Star Wars: pantallas por todos lados, joysticks y pedales para simuladores de vuelo de todo tipo, un sillón auto-regulable hecho a medida con volante y cambio de marchas, un PC con una gráfica que da miedo, un 5.1 con un sonido envolvente increíble, luces LED ambientales por cada rincón… una locura, pero bendita locura amigos.

Sentarte y echar una partida en el rincón de Al es una experiencia que te atrapa totalmente y en absoluto bromeo cuando digo esto. Por otro lado, la atmósfera que genera todo este despliegue tecnológico es un arma de doble filo. Si no lo conoces y estás acostumbrado a tu televisión y equipo de sonido normales, genial, pero en el caso de nuestro amigo Al, una vez que has conseguido alcanzar este nivel y te has acostumbrado, experimentar cualquier otro despliegue tecnológico inferior ya no será lo mismo para él, siempre tendrá esa molesta sensación de como si faltara algo. Los humanos nos acostumbramos demasiado rápido a las cosas buenas.

No obstante, resulta envidiable entender de la materia, disponer de espacio, de medios y de tiempo para poder, poco a poco, crear ese lugar propicio para echar un buen vicio, sólo o con los amigos. También es cierto que, por supuesto puedes disfrutar perfectamente de un buen videojuego sin necesidad de todo esto. Aunque siempre mola poder alcanzar un nuevo nivel de inmersión a la hora de echar nuestra partida diaria ¿verdad?.

¡Gracias por todo Al!