Hay videojuegos que cuando los terminas además de marcarte para toda tu vida consiguen dejarte un gran vacío. Mientras los juegas y disfrutas se crea una especie de vinculo, una bonita y agridulce dependencia. Cuando finalmente vemos aparecer en pantalla los créditos del juego en cuestión, llegamos a padecer una especie de sensación como de pérdida. Hemos terminado, se acabó la historia y ya no hay más. De pronto es como si te sintieras huérfano.

Esto mismo me ocurrió a mi cuando terminé por primera vez Shenmue. Tomar contacto con la historia de Ryo Hazuki supuso vivir una de las aventuras interactivas más apasionantes que nos ha dado el videojuego. Recorrer diariamente las calles de Yokosuka, conocer poco a poco al gran reparto de personajes que habitaba en ese mundo, la rutina diaria con cosas tan mundanas como sacar una lata de refresco, jugar a una recreativa, llamar por teléfono o estar en casa antes de anochecer, las peleas callejeras y encontrar tu primer trabajo. Todas estas cosas y otros inolvidables momentos formaban parte del camino que nos llevaría a encontrar al asesino de nuestro padre. A día de hoy es una de las grandes venganzas que no hemos llegado a consumar y hay días que esto lo llevamos mejor que otros.

Os dejamos con Tears of Separation, un tema emotivo, de los muchos que tiene Shenmue y que tal vez consiga arrancaros más de un recuerdo, quizá alguna lágrima, al recordar uno de los juegos más importantes que nos dio Dreamcast. La gran obra del maestro Yu Suzuki.

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