Vale, también hay mucha gente guay que mata su tiempo de ocio viendo las mismas series en versión original que ve todo el mundo pero aquí estamos para hablar de videojuegos, así que ¿os imagináis una tarde-noche de domingo sin echaros una partida a la consola? Resulta extraño pero el domingo es la parte del fin de semana que parece avanzar más despacio a partir de cierta hora, es como si el tiempo se ralentizara regocijándose en nuestro sufrimiento recordándonos que al día siguiente es lunes y comienza de nuevo la batalla y esa rutina diaria que tanto desgasta el alma. Sin duda, esta sesión de juego es la más importante de los siete días que completan ese tormento llamado semana y lo es porque además de proseguir con aquello a lo que sea que estemos jugando en ese momento, ese vicio que echamos en el ocaso de nuestro tiempo libre es de gran ayuda a la hora de encarar, con mejor humor y filosofía, el desafío que nos plantea una nueva y larga jornada.
Que nadie malinterprete mis palabras, aquí todos somos personas sociales que saben disfrutar de la vida y de su tiempo libre haciendo otras cosas aparte de jugar a videojuegos y ejercitar los dedos. Por cierto, eso de que las yemas de los pulgares terminan quedándose planas de tanto jugar puede ser verdad y si no miradlos ahora mismo comparándolos con los de otra persona aficionada a otro menester distinto al vuestro.
Todos los días y cada mañana salimos a la calle para que la suave luz de un nuevo día acaricie nuestro bonito rostro de vampiro, ya sea de camino al curro, en la cola del INEM o en el trayecto a clase. Pero resulta bastante probable que al llegar el domingo nuestro body nos pida sofá, enchufar la consola y que el resto del mundo nos deje en paz. Encerrados en nuestro búnker particular cogemos posición y desde luego descartamos completamente el confiar esas últimas horas de ocio a la programación televisiva, bastante depresión arrastramos ya a esas horas. Quizá Cuarto Milenio pueda tener un pase, pero entre las pausas publicitarias y los eternos comentarios de Enrique de Vicente termino por jugarme otra misión del Tenchu Z, tremendamente repetitivas y predecibles por cierto pero por alguna extraña razón no puedo parar de jugarlas.
La partida del domingo se ha convertido en algo necesario, obligado y casi sagrado. Incluso llega a ser terapéutico. Psicológicamente, nos ayuda a que ese tránsito hacia las obligaciones diarias sea más llevadero. Mientras juegas, evitas estar pensando más de la cuenta en todo aquello que nos deparará ese nuevo y posible «Black Monday» amortiguando las malas sensaciones, esas que una vez agotado el finde vuelven a nosotros como una pesada carga en forma de problemas, preocupaciones y responsabilidades que nos devuelven a una realidad que casi todo el mundo desearíamos cambiar. Quizá estas líneas pueden sonar un poco oscuras, pero también son realistas. Comenzar una nueva semana podría ser como cargar una partida de Dark Souls, una comparación acertada a medias pues en nuestra realidad todo se reduce a una sola vida, aunque si os digo la verdad me encantaría morir y regresar como un «hueco», se iban a enterar unos cuantos de lo que vale un peine y de lo que es un buen susto también.
La reflexión que recogen estas líneas no pretende llevarte a la conclusión de que a través de los videojuegos puedes evadirte de los problemas para no hacerlos frente. Todo lo contrario. Cada día hay que salir a luchar, a perseverar, y de paso si es posible regresar a casa trayendo en la mano la cabeza de alguno de esos miedos que acechan en los más profundo de nuestro ser. Sin embargo, sí podemos llegar a interpretar nuestro hobby como una especie de refugio particular donde desconectar la mente durante un rato y evadirnos de una forma sana. Es algo que tengo clarísimo y que siempre defenderé a capa y espada. Los videojuegos son una vía de escape temporal, una especie de retiro ideal para todos aquellos que sabemos apreciarlo. Perfectamente comparables a las líneas de un buen libro o a las imágenes de la mejor de las películas, pero con esa exclusividad que marca la diferencia, el jugador no es un mero espectador, interactúa sobre todas esas historias, conduce a los protagonistas hacia su destino y hace posible que cumplan el final de sus historias. El videojuego siempre hace protagonista al jugador.
Algunos de esos videojuegos que jugamos al final del día y que vamos disfrutando a lo largo de nuestra vida en ocasiones terminan asociados a algunos momentos concretos de ella y pasado el tiempo, cuando volvemos a encontrarnos con su polvorienta carátula, sonríes para tus adentros porque automáticamente te recuerda a aquella temporada ya pasada, devolviéndote por un momento todas aquellas viejas sensaciones, teletransportándote durante unos segundos hasta aquel instante.
Un periodo de tu vida que por algún motivo fue singular y casualmente estabas jugando a ese título en concreto. ¿No os ha pasado? algún videojuego que os recuerde a un verano, un otoño, unas vacaciones, un día en particular, unas navidades, una racha especial, un noviazgo, un trabajo. También a un momento duro de vuestra vida. No hace falta que sean juegazos ni obras maestras, además de entretenernos sin querer algunos de ellos se convierten en nuestros cómplices emocionales, testigos directos de nuestras circunstancias, de nuestros miedos, de nuestros logros y también de nuestros fracasos. Al final, además de brindarnos buenos ratos llenos de diversión cobran otro significado más profundo y personal, recogiendo en el interior de sus cajas de plástico y de sus portadas todas esas emociones y sentimientos. Su argumento o esa experiencia que nos brindan quedan ligadas a nuestra propia historia tomando de esta forma un matiz especial. Y si no haz la prueba, ve hasta tu estantería y escoge uno de esos videojuegos que por algún motivo resulta único para ti, descubrirás que de ese disco pueden brotar otros recuerdos además de bonitas pantallas repletas de colores, luces y explosiones.
¡Buen artículo Rubio!
Me ha gustado especialmente lo que comentas en el penúltimo párrafo, eso de que ciertos juegos (o incluso momento concretos de estos), nos hacen recordar e incluso sentir momentos y situaciones muy concretas de nuestro pasado. Y como bien dice sino importa que fuese un mal o un buen juego, incluso en ocasiones esas asociaciones ocurren con juegos que ni siquiera nos gustaron demasiado, pero que por algo, ocurre esa conexión.
A mi por ejemplo me pasa con KH2, el inicio sobretodo, donde los protas comen helado en la azotea y hablan del final de las vacaciones… quizás porque precisamente jugué a ese juego al final de mis vacaciones de verano, en Setiembre, antes de empezar la universidad. O Maximo 2, que por alguna razón al pensar en él me hace revivir esas largas tardes de verano jugando a la consola, alejado del calor. O Zelda The Wind Waker, que me transporta a esas noches antes del colegio donde tenia un rato para jugar. O más recientemente Jet Set Radio, que me recuerda a un año de casi hikikomori jugando sin parar a títulos retro que nunca había probado. Y la lista se extendería, pero no demasiado, ya que creo estas asociaciones no ocurren demasiado a menudo^^
Completamente de acuerdo en todo lo que has puesto y además un artículo muy pero que muy bueno. Se echan en falta más páginas así donde no sólo se habla de noticias de videojuegos sino de historias personales, anécdotas y demás.